domingo, 30 de março de 2014

Amigos imaginários e verdes prados



David Shields

(Versión en español en los comentarios)


Quando era pequeno tinha alguns amigos imaginários. Durante as tardes, em que ficava sozinho em casa, brincava com eles. Ao anoitecer, antes de dormir, falava-lhes das minhas coisas. Estando no infantário [com 4/5 anos, por aí], houve uma vez que não fui ao passeio que gostava muito: a um campo de golfe perto de Lagos, onde podíamos correr num espaço imenso, e ao lanche bebíamos um sumo de laranja delicioso. Alguém tinha uns lençóis iguais aos meus. Na minha ingenuidade, comentei isso com a educadora. Pensaram que eram meus e que eu seria dos que ficavam a dormir a sesta. A luz da tarde entrava pela sala cheia de camas. Recordo chorar muito baixinho, enrolado nos lençóis e, meio em soluços, de conversar com um desses amigos, falando-lhe da injustiça de não ir onde gostava muito. Não sei se vem desta altura, mas o que é certo é que muitas vezes a minha oração reveste-se desta ingenuidade… choro diante de Deus, riu, conto-lhe as coisas do dia. É outra forma de ir “a verdes prados” e correr… correr muito até ao Infinito.

1 comentário:

  1. Amigos imaginarios y verdes praderas

    Cuando era pequeño tenía algunos amigos imaginarios. Durante las tardes, que me quedaba solo en casa, jugaba con ellos. Al anochecer, antes de dormir, les hablaba de mis cosas. Estando en la guardería [con 4/5 años, más o menos], hubo una vez que no fui a dar un paseo que me gustaba mucho: a un campo de golf cerca de Lagos, donde podíamos correr en un espacio inmenso, y a la merienda bebíamos un zumo de naranja delicioso. Alguien tenía unas sábanas iguales a las mías. En mi ingenuidad, comenté eso con la educadora. Pensaron que eran mías y que yo sería de los que se quedaban a dormir la siesta. La luz de la tarde entraba por la sala llena de camas. Recuerdo llorar muy bajito, envuelto en las sabanas y, medio en hipos, hablar con uno de ellos, diciéndole la injusticia de no ir donde me gustaba tanto. No sé si viene de este tiempo, sin embargo, lo cierto es que muchas veces mi oración se reviste de esta ingenuidad… lloro delante de Dios, río, le cuento las cosas del día. Es otra forma de ir a “verdes praderas” y correr… correr mucho hasta el Infinito.

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