sexta-feira, 22 de junho de 2012

"Uma noite com Kylián"




(Versión en español, todavía sin haber sido corregida, en los comentarios)

A noite guarda sempre mistério. Silenciosa ou espaço de festa, ruídos ou surpresas, traz a possibilidade de encontros. Uma noite com Kylián abre a porta da transcendência, não etérea, mas bastante terrena e humana. Para dar corpo a esta Noite foram escolhidas, por parte da Companía Nacional de Danza - Espanha, três coreografias de Jiri Kylián que, a meu ver, formam um ciclo. Três peças distintas, uma unidade.
Uma pessoa iluminada projecta a sua sombra sobre a tela: assim inicia Sleepless. Assiste? Vê? Estende os braços, rasgando o véu para a entrada na História que já começou. O mistério do outro lado, ao jeito de uma série de partos de novos acontecimentos, moldados pela relação de corpos: ora fogem, ora surgem, em parte e no todo que se completam ou complementam. O ritmo é frenético, quase gritante, agitando as rupturas interiores que a vida traça. Em contínuos nascimentos, a individualidade abre-se à relação e, assim, tal como nos primórdios da Criação, do caos ao cosmos, do ruído à harmonia. Poderíamos falar de transfiguração, no entanto, seria mais o peregrinar: “não há caminho, o caminho faz-se a andar”. Foi uma boa surpresa ouvir já quase no final a repetição deste verso de António Machado. A peça, a meu ver, de grande profundidade espiritual, faz pensar na identidade: própria ou de quem a busca. A saída e o retorno diário à casa, ao lar, onde no entretanto tudo acontece. O véu do templo rasga-se, sobe, desaparece, para revelar o tal outro lado. Mas há que descer do monte, continuando a fazer caminho, o caminho. No final, a porta estreita abre-se e, incansavelmente, entro de forma renovada na História...
...que, entre muitas experiência, se toca uma e outra vez a Petite Mort: segunda peça. A linearidade dos corpos, em floretes prolongada, agita o respeito ao som dos golpes. Uma mistura de subtileza, sensualidade e força na atitude de quem busca a honra, ou a liberdade ante modos de vestir carregados de Corte e festas palacianas, exclusivas para alguns. Aparecem as ondas, as modas, que mudam os cenários. O mundo é um palco, onde a exposição de quem o pisa é inevitável: daí a honra a defender. Em Petite Mort não encontro espírito, sim, a humanidade plena, quase visceral, suavemente retratada no erotismo do florete e nos negros decotes reveladores de outros desejos. Na tentativa de esconder a morte, de a evitar, no caminho que se faz ela acaba por surgir. Não será uma “pequena morte” a passagem da noite para o dia seguinte? Toda a semente tem de morrer para dar fruto novo... e a semente do amor, em êxtase vivida, não foge à bonita realidade. E na intensidade desse momento, os vestidos são abandonados, dando outro passo no percurso a fazer.
Por mais que se queira fugir, as perguntas existenciais tocam-nos à porta. Responder, ou pelo menos buscar a resposta, faz parte da essência de quem se diz pessoa. Da relação sai o encontro com Deus. Stravinsky dá o mote... ou serão os salmos? Também estes são um caminho do 1 ao 150. E é este último o mais presente no fim da Noite: Sinfonia dos salmos. Acaso? Não me parece. Da unidade conseguida nesta “trilogia”, este culminar é majestoso. Num cenário preenchido por objectos evocativos de oração, os corpos traduzem a linguagem dos repetidos louvores apresentados pelo salmo, pelo coro e instrumentos. O laudate de fundo não invalida a experiência da queda. Só pode haver verdadeiro(s) alelluia(s) depois de se passar pela(s) experiência(s) do sepulcro, nas suas muitas distintas formas: recordamos o dilúvio, o êxodo, o livro Job, o salmo 22, o salmo 50 [miserere], entre outras possíveis passagens e outros relatos. A oração ganha um outro sentido. Deixando de ser repetição mecânica de palavras, passa ao pulsar de movimentos do corpo, transforma-se em vida de quem a vive. Em meditação, reflexão ou contemplação percebe-se o abandono ao existir. Nesta História sou mais um que escreve outro sentir. Pois nesta História cada um compõe uma narrativa. O ser pode desaparecer, mas fica o registo do espaço e da memória que não deixa apagar os pilares do mundo.
Fiquei positivamente impressionado com esta Noite. Em tempos onde parece que há medo de tocar no Espírito ou no que é d’Ele, José Carlos Martínez, como director artístico da CND, evocando a grandeza de Jiri Kylián, propõe, no meu entender, uma entrada no Humano e no Divino. Como? Louvando o Senhor... com a dança, enquanto o caminho é feito a andar.

2 comentários:

  1. "Una noche con Kylián"


    La noche siempre guarda misterio. Silenciosa o espacio de fiesta, ruidos o sorpresas, trae la posibilidad de encuentros. Una noche con Kylián abre la puerta de la trascendencia, no etérea, sino bastante terrena y humana. Para dar cuerpo a esta Noche han sido elegidas, por la Compañía Nacional de Danza, tres coreografías de Jiri Kylián que, en mi punto de vista, forman un ciclo. Tres piezas distintas, una unidad.

    Una persona iluminada proyecta su sombra sobre la tela: así inicia Sleepless. ¿Asiste? ¿Ve? Extiende los brazos, rasgando el velo para la entrada en la Historia que ya empezó. El misterio del otro lado, al modo de una serie de partos de nuevos acontecimientos, moldeados por la relación de cuerpos: ora huyen, ora surgen, en parte e en el todo que se completan y complementan. El ritmo es frenético, casi gritante, agitando las rupturas interiores que la vida traza. En continuos nacimientos, la individualidad se abre a la relación y, así, como en los inicios de la Creación, de del caos al cosmos, del ruido a la armonía. Podríamos hablar de transfiguración, sin embargo, sería más el peregrinar: “no hay camino, se hace camino a andar”. Fue una buena sorpresa oír, casi al final, la repetición de este verso de Antonio Machado. La pieza, a mi ver, de gran profundidad espiritual, hace pensar en la identidad: propia o de quién la busca. La salida y el retorno diario a la casa, al hogar, donde mientras todo acontece. El velo del tiempo se rasga, sobre, desaparece, para revelar el tal otro lado. Pero hay que bajar del monte, continuando a hacer camino, el camino. Al final, la puerta estrecha se abre e, incansablemente, entro de forma renovada en la Historia... [sigue en el comentario siguiente]

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  2. ...que, entre muchas experiencias, se toca una y otra vez la Petite Mort: segunda pieza. La lienealidad de los cuerpos, en florete prolongada, agita el respecto al sonido de los golpes. Una mezcla de sutileza, sensualidad y fuerza en la actitud de quien busca honor, o la libertad ante modos de vestir cargados de Cortes y fiestas palacianas, exclusiva para algunos. Surgen las ondas, las modas, que cambian la escenografía. El mundo es un escenario, donde la exposición de quien lo pisa es inevitable: de ahí el honor a defender. En Petite Mort no encuentro espíritu, sino la humanidad plena, casi visceral, suavemente retratada en el erotismo del florete y negros escotes reveladores de otros deseos. ¿No será una “pequeña muerte” el pasaje de la noche para el día siguiente? Toda la semilla tiene de morir para dar fruto nuevo... y la semilla del amor, en éxtasis vivida, no huye a la bonita realidad. Y en la intensidad de ese momento, los vestidos son abandonados, dando otro paso en el recorrido a hacer.

    Mismo queriendo huir, las preguntas existenciales nos tocan a la puerta. Contestar, o por lo menos buscar la respuesta haz parte de la esencia de quien se dice persona. De la relación sale el encuentro con Dios. Stravinsky da el tono... ¿o serán los salmos? También estos hacen un camino del 1 al 150. Y es este último lo más presente en el final de la Noche: Sinfonía de los salmos. ¿Acaso? No me lo creo. De la unidad conseguida en esta “trilogía”, ese culminar es majestuoso. En un escenario rellenado por objetos evocativos de oración, los cuerpos traducen el lenguaje de las repetidas alabanzas presentadas por el salmo, por el coro e instrumentos. El laudate de fondo no invalida la experiencia de la caída. Solo puede haber verdadero(s) alleluia(s) después de se pasar por la(s) experiencia(s) del sepulcro, en sus muchas distintas formas: recordamos el diluvio, el éxodo, el libro de Job, el salmo 22, el salmo 50 [miserere], entre otros posibles pasajes y relatos. La oración gana un otro sentido. Dejando de ser una repetición mecánica de palabras, pasa al pulsar de movimientos del cuerpo, se transformando en vida de quién la vive. En meditación, reflexión o contemplación, se percibe el abandono al existir. En esta Historia soy uno más que escribe otro sentir. Puesto que en esta Historia cada uno compone una nueva narrativa. El ser puede desaparecer, pero queda el registro del espacio y de la memoria que no deja borrar los pilares del mundo.

    Me he quedado positivamente impresionado con esta Noche. En tiempos donde parece que hay miedo en tocar el Espíritu o en lo que es de Él, José Carlos Martínez, como director artístico de la CND, evocando la grandeza de Jiri Kylián, propone, en mi entendimiento, una entrada en el Humano y en el Divino. ¿Cómo? Alabando al Señor... con la danza, mientras el camino es hecho a andar.

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